El secreto de la tía abuela Frieda
-...y su peculiar amigo...
Una pequeña muestra
La casa de la tía abuela Frieda
Mia y sus dos mejores amigos, Charlotte y Noah, están sentados en el asiento trasero, absortos jugando con sus tabletas. Se conocen desde la guardería y, desde entonces, son inseparables. Charlotte es rubia y lleva gafas. Suele ser tranquila y es la mejor de su clase. Noah es el típico chico matón y temerario. Defiende a las chicas siempre que es necesario. Con su pelo rojo y sus pecas, tiene un aire de descarado. Mia tiene el pelo largo y de color castaño, tiene algunas pecas y es increíblemente creativa. Dibuja cómics increíbles e incluso ha ganado un concurso. Los tres están en tercero y están emocionados por pasar el fin de semana juntos.
La madre de Mia está hablando con su jefe al teléfono a pesar de que es fin de semana. Está muy estresada desde que consiguió el nuevo trabajo. Su padre va al volante y gira el coche hacia la derecha por un camino de grava. «¡Ahí está!», exclama de repente. «¡La casa de la tía abuela Frieda! La recordaba mucho más grande».
Todos miran hacia adelante. Avanzan hasta la casa y aparcan justo frenet a ella. Es una casa muy antigua, con pintura desgastada por el paso del tiempo. Del pequeño tejadillo que cubre la entrada cuelgan varias campanillas de viento viejas, tintineando suavemente. La casa tiene grandes ventanales y una pequeña ventana redonda justo bajo el tejado. El jardín lleva mucho tiempo descuidado; la hierba está tan alta que casi oculta los pocos escalones que llevan a la puerta principal. A pesar de todo, se ve claramente que antes era una casa preciosa.
Abren las puertas del coche y salen. Mia, Charlotte y Noah miran a su alrededor, visiblemente impresionados y asombrados.
Mia se vuelve hacia sus padres y pregunta: «¿La tía abuela Frieda vivía aquí? Es una casa estupenda». Su madre la mira con lágrimas en los ojos y sonríe: «Sí, cariño, vivía aquí. Esta casa está llena de recuerdos». La madre de Mia busca un pañuelo para secarse la lagrimita que le cae por la mejilla.
El padre de Mia toma a su mujer en brazos, le da un beso en la frente y le dice con voz reconfortante: «¡Vamos! Saquemos las cosas del coche y pongámonos en marcha. Al fin y al cabo, la casa no se va a ordenar sola».
Dicho y hecho. Sacan las mochilas y las cosas de limpieza del coche y se dirigen a la puerta principal. Mientras el padre de Mia intenta encontrar la llave correcta, Noah pregunta: «¿Qué significa esa enorme X de la puerta, señora Schulz?». La madre de Mia se encoge de hombros y responde: «Creo que es solo decoración, Noah».
Mientras tanto, el padre de Mia encuentra la llave y abre la puerta. Todos dan unos pasos hacia el interior. El suelo de madera cruje bajo sus pies y el aire huele a humedad y polvo. La madre de Mia corre las cortinas y abre las ventanas. Los rayos de luz que iluminan la casa revelan infinidad de partículas de polvo flotando como si bailaran. Luego se vuelve hacia Mia y sus amigos y dice: «Vale. Tened cuidado. El padre de Mia y yo vamos a ordenar y limpiar la casa como habíamos acordado. Podéis echar un vistazo por la casa o, mejor aún, jugar en el jardín. Pero, por favor, no ensuciéis. Los futuros compradores vienen el lunes. Todo tiene que estar impecable». Los tres asienten y van al salón a explorar.
Charlotte le pregunta a Mia: «¿Qué edad tenía la tía abuela Frieda cuando murió?». Mia responde: «Bastante. Mamá dice que ya había empezado a olvidarlo todo. Cuando mis padres quisieron ir a verla, se negó rotundamente. No salía de casa por nada del mundo». «¿Y no tenía hijos?», continúa Charlotte. «No», responde Mia, «viajaba mucho». Tampoco tenía marido. Pero mamá y la tía abuela Frieda se llevaban muy bien. Siempre contaba las mejores historias y era divertido estar con ella».
Noah sopla el polvo de la mesita y los llama: «¡Mirad! Aquí hay otra X».
La misteriosa X
Ambas chicas se acercan a Noah y miran la mesita. ¡Ya lo creo! ¡Otra X! Charlotte comenta: «Pero no es tan bonita como la de la puerta. Solo está tallada en la mesa». Noah responde: «Sí, pero, ¿y si tiene algún significado? A ver si encontramos más».
Charlotte y Mia no parecen muy entusiasmadas, pero Noah ya se ha puesto manos a la obra. Busca en la cómoda, debajo de las revistas viejas, en la mesa del comedor, en la estantería y, por último, detrás de la puerta. Y ahí está. Otra X tallada en el marco de la puerta, a la altura de los ojos. Ahora grita emocionado hacia Mia y Charlotte: «¡Mirad! He encontrado otra».
A las niñas les pica la curiosidad. «¿Qué puede significar eso?», dice Mia, más para sí misma que en voz alta. Noah, con tono conspirador, responde: «No lo sé, ¡pero lo averiguaremos! Será mejor que nos separemos, cada uno que vaya a una habitación y busque la X». «¡Vale!», responden al unísono Mia y Charlotte.
Noah se dirige a la cocina, donde tras una rápida búsqueda encuentra varias de ellas en la mesa del comedor, en dos de los viejos armarios de la cocina y en el marco de la puerta a la altura de los ojos.
Charlotte está en el baño y también ha encontrado varias X; una en el marco de la puerta y otra en el baño, debajo del lavabo.
Mia, mientras tanto, estaba el pasillo y ha encontrado una X más. Está justo en la barandilla que lleva al piso superior. Allí se encuentra la habitación de invitados, el dormitorio de la tía abuela Frieda, otro cuarto de baño y la puerta que conduce al desván.
Los tres amigos suben las escaleras y registran todas las habitaciones. Resulta que en el cuarto de baño de arriba también hay otras X, en el marco de la puerta y en el baño, debajo del lavabo. Por otra parte, en la habitación de invitados encuentran una X en la mesilla de noche y otra en el marco de la puerta. De camino a la habitación de la tía abuela Frieda, Noah se detiene de repente y Mia y Charlotte casi chocan con él. Se queda mirando el marco de la puerta y dice emocionado: «¡Mirad! ¡Hay tres X en el marco de la puerta! Tiene que significar algo. Tenemos que mirar muy bien en el dormitorio, no se nos puede escapar nada».
Mia y Charlotte asienten obedientemente. Es evidente que Noah ha tomado la iniciativa, pero a ellas les parece bien, porque a decir verdad todo esto les da un poco de miedo.
Segundos después entran en el dormitorio y buscan por todas partes. No hay ninguna otra X. Ni en la mesilla de noche, ni en la cómoda, ni en el pequeño escritorio junto a la ventana. Están un poco decepcionados. Noah mira debajo de la cama, pero tampoco hay nada. Mia se acerca a la mesilla y la abre. Abre los ojos y señala emocionada el cajón. Se queda sin habla.
Noah y Charlotte se acercan a ella. En el cajón hay un libro negro con una X dorada bellamente decorada en la parte delantera, casi idéntica a la de la puerta principal. Junto a él hay un bolígrafo. Mia saca el libro con cuidado y lo abre. Está lleno de notas escritas a mano. Pasa a la primera página y lee en voz alta: «Diario de Frieda». En ese momento, los tres se miran con los ojos muy abiertos.
Diario de la tía abuela Frieda
Los tres amigos se acercan a la ventana, colocan el libro sobre el escritorio y juntan sus cabezas sobre él. Mia pasa a la página siguiente. Esta vez Charlotte lee en voz alta:
Querido diario,
La mochila está lista y apenas puedo creerlo. Mi sueño tan esperado por fin se está haciendo realidad. Hoy viajo a Asia. El taxi llegará en media hora, así que solo escribiré una breve entrada. La primera parada será China. He tardado 4 meses en conseguir el visado, espero que el esfuerzo haya merecido la pena. Mañana a esta hora estaré en Pekín. Estoy muy emocionada.
«Vaya, tu tía abuela estuvo en China. Qué guay», dice Noah. Mia asiente y responde: «Sí, mi madre me lo contó. La tía abuela Frieda debe de tener muchas fotos de sus viajes guardadas en algún sitio. Quizá las encontremos también. Pero primero sigamos leyendo».
Charlotte y Noah asienten, y los tres amigos se turnan para leer en voz alta. Según escribió, la tía abuela Frieda viajó y visitó muchos mercados con la comida más exótica: escorpiones en brochetas, garras de pollo para mordisquear, gusanos de la harina y mucho más. Mia, Noah y Charlotte se mueren de risa y de asco al mismo tiempo. Apenas pueden creer las cosas que la tía abuela Frieda relató en su diario. Visitó la Ciudad Prohibida, la Gran Muralla China, muchos templos y parques, que, al perecer, abundan en Pekín.
Los relatos son impresionantes y devoran página tras página.
Desde Pekín viajamos en tren a Shanghái. La descripción del viaje en tren provocó de nuevo carcajadas entre los tres amigos. Hubo de todo: desde sonoros pedos y bofetadas hasta mocos en el suelo.
Desde Shanghái, la tía abuela Frieda hizo un viaje a una isla llamada PutuoShan. «Una peregrinación budista», escribió. Allí vio impresionantes estatuas doradas de Buda y enormes templos. Mientras paseaba por la playa, encontró una hermosa piedra, casi tan grande como su mano. Sintió una atracción inusual hacia ella. Decidió llevarla en secreto en su bolso, no sin cierto riesgo, como explicó en su diario, ya que estaba totalmente prohibido. La isla, junto con todo lo que hay en ella, es sagrada, y robar algo de allí está estrictamente prohibido. Podría haber ido incluso a la cárcel por ello.
«¡Oh, cielos!», exclama Charlotte, algo alterada. «¡Espero que no haya tenido que ir a la cárcel!». Mia sonríe con calma y responde: «Creo que mi madre me lo habría contado». Noah interviene emocionado: «¡Quizá se la llevó a casa con ella! ¡Sería genial si lo encontráramos aquí! Vamos, sigamos leyendo para ver si menciona dónde está la piedra».
Pero cuando pasan a la página siguiente, los tres se sienten decepcionados. La tía abuela Frieda solo escribió una breve última entrada diciendo que había vuelto a casa, ¡y nada más! El resto del diario está lleno de páginas en blanco.
Noah, frustrado, exclama: «¿Eso es todo? ¿Dónde está el resto?». Las niñas también están decepcionadas. Mia coge el diario y repasa rápidamente cada una de las páginas en blanco. Cuando llega a la última, se detiene, mira a Noah y Charlotte y les muestra el libro para que puedan ver lo que ha encontrado: «¡Mirad!».
La última página está llena de dibujos divertidos, encabezados por un título con tres equis.
Charlotte, confundida, pregunta: «¿Qué significa esto?». Mia se encoge de hombros y dice: «¡Ni idea! Parece un acertijo. Tenemos que averiguar qué significa». Noah asiente con entusiasmo: «¡Definitivamente!».
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